Tuesday, 20 August 2013

[MADU, LEBAH dan APITHERAPY] UNP No. 72

MieldeDiossas Reimir Espinosa
MieldeDiossas Reimir Espinosa 11:22pm Aug 20
UNP No. 72
Título : Veneno que cura
Autor : María Claudia Rojas y Nelly Mendivelso Unimedios
Sección: Tecnología
Fecha : Marzo 20 de 2005
Una abeja deja en cada picadura un microgramo de apitoxina, mientras el colector recoge solo un 10% de la sustancia. O sea, para completar un gramo se necesitan diez mil abejas.

Veneno que cura
Un avance farmacológico con la obtención rápida, aséptica y en dosis controladas del veneno de las abejas está incursionando en la medicina "oficial" colombiana. Los beneficios de la apitoxina sobre el organismo humano son redescubiertos para la curación de enfermedades autoinmunes, degenerativas y de dolor e inflamación crónicos.

María Claudia Rojas y Nelly Mendivelso
Unimedios

Las sangrías, el uso de sanguijuelas o el antiguo tratamiento de hacer patear a los locos su cabeza por un caballo para que recobraran el juicio, han sido parte del sinnúmero de conocimientos que el hombre ha usado como panaceas para restablecer sus quebrantos de salud. Soluciones mágicas "ineficientes o risueñas" entre las que muchos no dudan en circunscribir al veneno de las abejas, mientras para otros ha sido fuente de alivio para muchas dolencias.

Este líquido cristalino, con olor a miel, sirvió a Carlo Magno para atenuar sus dolores de gota y, mucho antes, a Hipócrates para tratar sus reumas. Saber popular y milenario utilizado para tratar dolores e inflamaciones de cualquier origen, pero sobretodo de huesos, y que hoy la investigación científica corrobora.

Por supuesto, soportar el escozor y el dolor de la picadura de una abeja sobre la parte afectada por una dolencia no debe ser nada fácil. Seguramente Magno, el filósofo griego y los pacientes que hoy se someten al aguijón de este insecto, si bien han podido mejorar su calidad de vida, han decidido "aguantar esa tortura", como dice coloquialmente doña Alicia, a quien el veneno ha mitigado sus dolores.

Evitar tales molestias, así como la probabilidad de contraer infecciones o tétanos a causa de bacterias, virus u hongos que pueda trasmitir una abeja enferma es uno de los logros del Grupo Apícola de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional, que obtuvo la apitoxina, como se le conoce al veneno, "de manera limpia para ser usada como droga", señala Jorge Tello, director del grupo.

Actualmente, la Universidad posee dos aparatos (toxicolectores) con los cuales extrae la apitoxina sin causar la muerte de la abeja. Gracias a estímulos eléctricos, el animal pica una placa de vidrio y elimina el veneno sin perder su aguijón, hecho que en su comportamiento natural no ocurre. En lugar de ello, con la máquina se obtienen unos miligramos de veneno (una gota) sin que el animal perezca. La cantidad de veneno que inocula en cada picadura es de 0,2 a 0,5 miligramos.

Con lo anterior, la medicina colombiana da un paso hacia la dosificación de este producto de la colmena, que está siendo utilizado por profesionales de la salud para la terapia de artrosis, reumas, hipertensión, soriasis, migraña como el caso del doctor Héctor Martínez, quien maneja el dolor crónico de sus pacientes con terapia neural alemana, a la que ha incluido en los últimos meses la apiterapia.

Aunque Alemania, Cuba y Argentina encabezan la experiencia médica de aprovechar este subproducto de la colmena, Colombia inicia su recorrido con este trabajo científico de la Universidad Nacional de Colombia, que ya puso al servicio de la salud humana cremas, gotas e inyecciones de apitoxina, que permiten al médico administrar correctamente las dosis. Un asunto de extrema importancia, pues según el argentino Julio César Díaz, médico alópata y homeópata, "es el único producto de la colmena al cual no podemos considerar un complemento de la dieta; y si no basta, remitámonos a su nombre: veneno".

Ensayo y error: acierto

La base de este programa genético ha sido el estudio de más de 20 líneas, y en cuyo proceso de selección radica la garantía de productividad. Juntando abejas africanizadas de los mejores apiarios del Cauca, el Caribe, Sucre y la Sierra Nevada de Santa Marta, Risaralda, Santanderes y Cundinamarca, se han instalado en las colmenas del Centro Agropecuario Experimental Marengo, donde cuidadosamente se eligen reinas mansas, productivas y tolerantes a enfermedades.

Esto le ha costado al Grupo Apícola no pocos ensayos, algunos bien y otros mal librados. El comienzo con reinas italianas y canadienses poco a poco fue demostrando que las más eficientes eran las africanizadas; desde su entrada al país en 1979 manifestaron supremacía pues sus genes están acondicionados al trópico, cosa que no ocurrió con las primeras, que en su mayoría murieron o fueron prácticamente improductivas.

Todo lo anterior está dirigido a garantizar la concentración adecuada del veneno durante su preparación y envase, así como la inocuidad de la apitoxina -para lo cual el Grupo ha diseñado pruebas bacteriológicas de esterilidad-, ya que el descuido en cualquiera de estos dos parámetros resulta maléfico para el organismo, señala el profesor Jorge Tello. A pesar del incipiente uso de la apiterapia en el país, la tecnología desarrollada en los laboratorios de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia desde 2003, permite confiar en su uso por parte de los profesionales de la salud, mitigando de paso la circulación del producto en el mercado sin mayores precauciones sanitarias.

Coctel estimulante

De acuerdo con el médico argentino, "el veneno es una mezcla de proteínas". En su composición química hay sustancias muy enérgicas como la histamina que también la fabrica nuestro organismo, pero que a la vez estimula la circulación y baja la presión arterial. La hialuronidasa, enzima que "despega" las células y permite que el veneno penetre más profundamente y con mayor facilidad. La fosfolipasa (A2 y que hace millones de años mataba a los seres vivos y hoy -por la selección de la evolución- solo mata células degeneradas o cancerosas del hombre. La melitina, que en grandes cantidades provoca la muerte por destrucción de los glóbulos rojos y taponamiento renal, pero que en dosis terapéuticas refuerza el efecto de la fosfolipasa, es vasomotora, antibacteriana y antifúngica. También puede destruir trombos.

La apamina es antiarrítmica, genera la liberación de Cortisol, antinflamatorio natural. Adolapín, analgésico 70 veces más potente que los convencionales. Cardiopep, efectivo antiarrítmico cardíaco. Procaminas A y B, potentes radioprotectores, de la radiación solar o de la artificial, como los rayos X y bomba de cobalto. Este es un resumen de menos del 10% de la composición química del veneno. Es de destacar que sus componentes desarrollan mejor su acción con la combinación de los mismos, "o sea que las fracciones aisladas o sintetizadas no pue-den compararse al veneno entero", aclara Díaz.

Estos componentes son los responsables de que la medicina alopática contemple la posibilidad de incluir la apitoxina en sus terapias. Así lo demuestra el médico de la Clínica San Pedro Claver, Héctor Martínez, quien desde hace tres años ha atendido un promedio de 50 pacientes con esclerosis múltiple, artrosis, artritis, lupus, asma, dolores crónicos y hasta cáncer. "Si bien no siempre se habla de curación, el poder aliviar fuertes dolores como los del cáncer, o de enfermedades autoinmunes, y sanar otras como el asma y el dolor lumbar, es más que suficiente", asegura.

Así la propuesta avanza hacia la comercialización del veneno de las abejas que el Grupo Apícola desarrolla pruebas piloto en varias pre-sentaciones: en polvo, gotas sublinguales, crema de 1 a 4 onzas y ampollas. La competitividad es otro de los valores agregados ya que, en el comercio un gramo de la solución está cotizado entre 50 y 250 dólares, en tanto los especialistas de la UN lo producen a 200.000 pesos (100 dólares).

Este producto -no apto para alérgicos al veneno de las abejas- debe ser suministrado bajo supervisión médica, ya que la cantidad de elementos activos que contiene lo pueden volver peligroso en manos no idóneas.

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